Al diablo se le cayeron los cuernos... o tal vez los ocultó

7.5.08

Quimeras

Lo que me despertó no fue ni un ruido ni preocupación, sino la simple sensación de sed. Y es que igual habría podido seguir acostado, intentando dormir, pero quería que todo fuese lo más “natural posible”. Aunque, claro, todo era menos natural. Me habría ido a acostar a eso de las ocho de la tarde (habría pensado que para levantarme al otro día a las seis y media de la mañana tendría que acostarme temprano, y conociendo mi falta de sueño, seguramente me demoraría en dormir). A las ocho, entonces, apague el televisor, me puse los audífonos y escuché un rato música. A eso de veinte para las nueve tomé el libro que me había regalado para mi cumpleaños, un libro por un japonés, Murakami, y habría leído unas diez páginas hasta que comencé a sentir como el cuerpo se me ponía cada vez más pesado. Supuse que tenía sueño, así que apagué la luz e intenté dormir. Como todas las veces que lo hago me di vueltas y vueltas e intente no hacer nada más que concentrarme en no pensar nada (cosa, que por lo demás, es como paradójica. Es como pensar en no pensar, básicamente) en eso se pasaron cuatro horas en las que, difícilmente, puedo decir que dormí.

A las doce, doce y media mas o menos, me dió sed. Como les contaba, en realidad no habría tenido que levantarme a tomar agua, pero por ser más “natural” con mi “proceso de sueño” lo hice (más bien lo natural lo pensé en cómo se vería más despreocupado, como si alguien estuviese allí evaluando mi proceso de sueño). Me levante, medio dormido, medio despierto, y caminé hacia el baño. Cuando prendes la luz en este estado es como si te golpearan directo en a cara. Por sobre la nariz y entre los ojos. La luz te enceguece y golpea, y cuando puedes comenzar a ver mejor, ves tu rostro con una mueca horrible. Está como congestionado, con tu nariz respingada por la mueca de tu boca y tus ojos a medio cerrar con el ceño fruncido, como si hubiese una pestilencia horrible e intentaras que no entrara por ninguna parte tuya, sean estas tu nariz, tu boca e incluso tus ojos. Pero no hay pestilencia, la pestilencia es la luz. Me acerco entonces al lavamanos y abro la llave. En ese momento lo sientes, tú pié en un charco de algo. Miras hacia el suelo y ves las pequeñas pozas de un líquido transparente. Has sido cuidadoso y nos has botado nada de agua, sabes perfectamente que no fuiste tú. En tu casa están, aparte de ti, tu hermana, tus padres y tu abuelo. Y aquí sale el detective en acción. Sin pensarlo te pone en cuclillas y con dos dedos tocas el charco y te acercas los dedos para oler. Tu olfato está pésimo (obvio, vienes recién levantándote, con una confusión enorme con tus sentidos), así que te toma tiempo en poder encontrar olor. Al principio piensas que es agua, pero estás equivocado. Ahora, no pudo haber sido tu hermana, porque las mujeres no tienen este tipo de accidentes, y tu padre ocupa el baño al otro lado de la casa, asi que habría sido poco coherente que haya sido él. Por otra parte tu abuelo sufre de incontinencia, y si, es muy probable que la orina sea de él. Al principio no me dio asco, pero creo que fue, en parte, porque estaba aun dormido. De a poco la rabia comienza a invadirme y al final me encuentro insultando al aire y maldiciendo la situación. Tengo que levantarme al otro día, a las seis y media de la mañana y ahora, que son las doce, debo encargarme de limpiar el baño. Tomo la decisión de hacer una limpieza “flash”, hecho un poco de Cloro y de Lisoform. Baño el suelo en ellos y comienzo a trapear. Lo dejo secar un rato mientras me lavo los pies frotándome el jabón hasta que duele. Una vez seco salgo para tratar de relajarme un poco. Todo el sueño se me ha quitado, y ahora me será imposible retomarlo hasta en un buen par de horas. Lo que significa, seguramente, que tendré que pasar de largo esta noche. Vuelvo al baño porque me bajan las ganas de orinar, y ahora el problema es la pestilencia. No es que no sepa que la orina no sea pestilente, al contrario, pero lo que me sorprende es que, de la orina de una persona, un baño limpio se transforma automáticamente en un baño de un bar de mala muerte. Ese olor, que yo pensaba se daba debido a la mezcla de olores de las orinas de los distintos tipos que ocuparon el baño, es sino el olor de la mezcla de los productos de limpieza con la pura orina de mi abuelo. Ese olor acido y penetrante, que pareciera te perforara las fosas nasales. Ahora la mueca no es por la luz, es por la pestilencia, es por evitar que entre en ti. Orino, pero luego echo kilos de desodorante ambiental tanto al aire como al suelo. El problema es que el baño da justo a la puesta de mi pieza, y creo que el olor invadirá luego mi lugar. Así, sin sueño y preocupado del baño entro a mi pieza y me acuesto. Pero ahora no puedo sino mirar hacia el techo fijamente, esperando que, por milagro, me quede dormido.

Todo esto no sería nada, solo una anécdota, sino fuese por lo que a continuación me ocurrió. Preocupado todavía por lo del baño, me encuentro mirando fijamente al techo. Los ojos abiertos completamente, ni siquiera pestañeo. No quiero moverme, no quiero hacer nada que pueda despertarme más. Una sola acción y todo se puede volver a echar a perder. Usualmente en este punto es cuando tus sentidos se hipersensibilizan, y podrías escuchar una aguja caer. Es tanto así que el ruido de esa aguja podría, perfectamente, perforarte los oídos. Es el punto en donde todo te puede afectar, incluso el sonido de tu propia respiración se convierte en una molestia. Ese fue el momento donde lo escuché. Al principio no le di real importancia, y pensé simplemente que era el reloj. Pero inmediatamente me di cuenta que no era así. Un repiqueteo que no parecía marcar nada. Una especie de sonido de mecanismo, como un engrane que se mueve bruscamente. No es un péndulo, un péndulo haría un ruido temporalmente exacto, un pulso. Esto no es un pulso, parece serlo al principio, pero luego se apresura bruscamente y se detiene. Pero tampoco es un engrane, no tiene aquel sonido metálico. Es un sonido de madera, un engrane de madera. Y tampoco es el reloj, porque el sonido no está en aquella muralla del living, sino que está afuera de mi pieza, en la intersección de la pieza mia, con la de mi hermana y la de mi abuelo. Es un mecanismo de madera, pero es un mecanismo vivo. Es como si estuviese revisando cada una de las piezas. Y lo escucho acercarse a la pieza de mi hermana, pero yo sé que ella está a salvo, ya que duerme y no puede ser molestada. De mi abuelo se puede decir lo mismo. Pero yo, yo estoy aterrado. Lo siento moverse fuera de mi pieza, y escucho ese mecanismo, y puedo escuchar sus apéndices (porque no son brazos, ni piernas, son más bien como largas patas de araña) y puedo escucharlo viéndome. Intento quedarme lo más quito posible, me hago el dormido. Cierro los ojos y solo me dedico a escuchar. Eso sigue allí, fuera de mi pieza. Y lo escucho mirarme, con aquel único ojo entre todo ese gran engranaje de madera. un ojo que simula un lente de cámara, ajustando la distancia y el enfoque. No cruza la puerta, pero está afuera, esperándome. Sabe que estoy haciéndome el dormido, y él solo me espera. Aprieto fuerte con mis manos mi almohada, pienso que debo dormir, que más rato tengo clases. Pienso también que él está ahí esperando. Lo puedo escuchar, si él tuviera corazón podría escucharlo. Sus latidos de madera.

Son las tres de la mañana, y despierto porque alguien entra al baño. Lo escucho abrir la tapa del váter, orinar, tirar la cadena, abrir la llave del lavamanos, lavarse las manos luego secarse. Odio que dejen la tapa del váter abierta. Cuando abre la puerta pregunto quién está ahí. Es mi abuelo. Le comento lo que sucedió con la orina y me pide disculpas, me dice que no se había dado cuenta. Le digo que para la próxima se fije más. Me dice que no pudo hacerlo, que para la próxima lo hará. Que seguramente le pasó porque se había puesto nervioso. Que había querido salir pronto del baño, porque había escuchado a una quimera de madera moviéndose por la casa y lo único que él quería era evitar encontrársela y dormir.