Al diablo se le cayeron los cuernos... o tal vez los ocultó

21.12.08

Noctambulo

cuando tus ciclos de sueño y vigilia se perturban lo más común es que tu noción del tiempo cambie drasticamente. en mi caso los días son más cortos. generalmente no alcanzas a hacer las cosas y cuando las haces es bastante tarde. te despiertas tarde, a menos que hayas puesto el despertador y desde que te levantas estás en un despertar de horas. tu capacidad intelectual disminuye de manera importante, asi tu atención, tu concentración. a la hora de almuerzo puedes estar un poco más repuesto, pero a esa altura ya no quieres más. no te das cuenta como las horas pasan y ya son las 22:00 hrs. pero las 22 hrs. no son lo que eran antes para tí. la hora de las películas, el previo del sueño (como yo lo recordaba cuando niño). ahora las 22 hrs. no significan nada, solo el inicio de la noche. cuando tus ciclos se perturban tu vida social también se ve afectada. el cansancio, la perturbación temporal, hace que distancies tus vinculos sociales. cuando no lo haces estos te desgastan de manera sorprendente. yo prefiero mantener mis vinculos sociales. entonces para eso de las 00 hrs, que antes era el nuevo día y hoy es solo una hora más de la noche, te encuentras solo en tu habitación, cansado y ansioso. te preguntas como abordar todo eso que te agobia de día. sabes que si tuvieras algunas horas mas lo podrías hacer, pero es que, a estas alturas, has olvidado el día se compone de más horas de luz que las que crees conocer. la noche se convierte en un espacio vacio y bastante extraño. no es un espacio de producción, en absoluto. sabes que no puedes meter ruido, y el cansancio no te permite tareas intelectualmente demantantes. la noche se convierte deambular por tu departamento con tus audifonos y musica. la noche se convierte en interminables horas de televisión basura. la noche se convierte en miles de clicks sobre links que te llevan a más páginas, con más links. la noche se convierte en una droga. tu cuerpo está aturdido al igual que tu mente. comienzas a idear cosas bizarras, que seguramente no idearías de día. comienzas a carecer abosultamente de lógica, y te permites experimentar sin esos márgenes. y te vuelves creativo, pero de una manera bastante extraña. tu creación pareciera no tener bordes. es algo amorfo. algo que podría bien ser o no. y de hecho no esperas lograr algo, pero cuando eres como yo, esperas que si se convierta en un objeto (pero ya lo dije, este no es un espacio de producción... yo diría más bien que es un espacio de dejarse ser, hacer por hacer, pero no producir). ya no necesitas soñar, porque sueñas despierto. el dormir solo se convierte en una necesidad biológica (pero que no logras completar, ya que en sueños estás preocupado de un tiempo que pareciera te hubieran robado). hasta el momento parecen solo aspectos malos, pero tengo que aclarar (y recordar) que es como una droga. tu imaginación se libera mucho más de lo que estaba libre. cuando escuchas música escuchas cosas que no esperabas escuchar, y la piensas incluso de una manera bastante diferente ¿por qué creen que tanta gente lee en la noche? (ahi es donde los cuentos se desbordan.) también es la mejor hora para hacer ensayos, para escribir, para tocar música. tu cuepro y mente están tan aturdidos que no se miden, y solo hacen. obviamente pueden surgir cosas burdas, como pueden surgir bellas obras (aunque sigo postulando que eso no es producción... la producción tiene un elemento de conciencia respecto a loq ue se produce... acá no hay conciencia de ello.) ese vacio en tu estómago, el cansancio de los brazos, aquella sensación de no querer hacer nada más, todo se conjuga. y entonces te das cuenta que eres un noctambulo, alguien que ha dejado de vivir de día por el vivir de noche. pero no en ese cliché de las personas bohemias que viven de bar en bar, de disco en disco, que no paran de estar en juerga. un noctambulo no es ese tipo de persona. no digo que no sea factible hacerlo, pero generalmente no te quedan energias para ello. el alcohol y las drogas pierden sentido, y lo único que te importa es la noche.
ya no necesito más LSD.

24.8.08

Por ahora Luis

Los que pueden ver el futuro siempre saben que van a morir. Lo que los diferencia del restco, es que ellos saben cómo y cuándo, el resto siempre tiene la esperanza que nunca ocurrirá, que se aplazará. Los que pueden ver el futuro saben que ocurrirá, cómo y cuándo, y por eso ya no le temen. Ellos saben que ocurrirá y saben que en parte es su decisión. Otros, como yo, nunca le temeremos a la muerte, porque sabemos que nunca vamos a morir. Claro, si somos objetivos ya he muerto una vez, pero la muerte pierde sentido cuando eres inmortal. Mueres y luego abres los ojos, estás en otro lugar con otro cuerpo. Así funciona para mí por lo menos. Cambia de caso a caso, pero es de esa forma para mí. Yo no entiendo muy bien, pero una vez que estás metido en esto en realidad pierde sentido preguntar. Puedes saber muchas cosas, pero nunca son suficientes para explicar a cabalidad lo que sucede. Te rindes ante la evidencia y te dejas para que suceda lo que suceda. Si algo ocurre, ocurrirá y ahí veré que hago al respecto. Ahora no puedo hacer mucho, acabo de abrir los ojos y me encuentro quien sabe dónde. Debería estar camino a un hospital, nadie se salva de un choque directo contra un edificio. María sabía que tenía que morir, ella misma me lo ha dicho. Se tomo todo el tiempo para poder decírmelo. Ella sabía, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, así que me ayudó y pavimentó el paso. Solo tenía que seguirla, y lo hice. También el estar completamente ebrio ayuda. Parece que estoy en una pieza de hotel. Está el televisor, el teléfono y la guía con anexos al lado. Estoy vestido con un frac. Que elegante forma de despertar. Cuando abres los ojos nunca sabes que te puede esperar, pero hay siempre algo que te conecta con ese cuerpo y con ese momento. No es tan azaroso. Pienso que tal vez tengo una pistola y una cajetilla de cigarros, no hay ninguno de los dos, así que no parece que esté en el cuerpo de James Bond. No es que quisiera serlo, pero las cosas han sido tan raras, a momento tan cliché que ya nada me sorprende. Pero, luego, eso es lo que siempre sucede. Nada me sorprende. De chico quería ser superhéroe, tener poderes. Esto es lo más cercano y sinceramente no me agrada en absoluto. Debo calmarme, tomar aire. Respirar profundo, luego exhalar. Pero no puedo hacerlo, jamás he sido bueno para calmarme.
-¿te conté lo del chico que vi contando arena? –no conozco esa voz. Es un hombre y está en el baño, no sé quien pueda ser. –el pendejo estaba en la playa, sentado con la mirada perdida. Tomaba entre sus manos un poco de arena y comenzaba a contar. Bueno, no era que lo escuchara, pero es de esas cosas que no necesitas escuchar para saber que la están haciendo.
Trato de incorporarme, pero el cuerpo me pesa. Es extraño esto, nunca sabes cómo vas a despertar. A veces lo haces como si hubieses dormido por toda una semana, sintiéndote mejor que nunca. A veces es como si tuvieras resaca. Ahora es como un peso horrible en todo el cuerpo. El tipo sigue murmurando algo, mientras intento levantarme.
-¿me estás escuchando? Alrededor del pendejo estaba toda esa arena suspendida en el aire. Yo creo que esa fue la primera vez que entendí que las cosas estaban cambiando. –del baño sale el tipo. Un metro ochenta, mas o menos; unos sesenta años; pelo completamente canoso. Se está arreglando la corbata, mirando el nudo. –toda la arena de la playa suspendida en el aire, y el pendejo contándola una por una. Entonces se da la vuelta y… -levanta la vista y me queda mirando. –ahh, eres alguien más.
Miro alrededor mio, por un momento me siento como en shock. Es como cuando pasó por primera vez, que no comprendía mucho lo que sucedía.
-¿perdón? –le pregunto.
-que no eres Luis.
Por un segundo lo medito. Trato de pensar que si verdaderamente soy yo y no soy otro. Sé que si me miro al espejo no me reconozco. Pienso que pasaría si me llego a reconocer, pero se que, aun así, no soy yo. Si soy alguien famoso. O alguien que me he topado en mi vida. Alguien que he querido. O alguien que he odiado.
-no. No soy Luis. –le respondo una vez que mi mente deja de divagar.
-¿cómo te llamas?
-¿y qué pasó?
-¿ahh? ¿Y que pasó con qué? –me pregunta consternado.
-con el pendejo –le digo mientras me sostengo la cabeza debido a que comenzó la resaca.
-ahh… se dio la vuelta y me dijo cuanta arena había en la playa. No recuerdo bien, pero se que me dijo una cantidad exacta. Nunca comprobé si esa era toda la arena que había allí, pero se que no se equivocaba.
-¿Quién eres tú?
-tu compañía y tu guardaespaldas mientras ocupes el cuerpo de Luis. –me dice mientras termina, por fin, de arreglar el nudo de su corbata.
Por un segundo me quedé paralizado. La idea de estar ocupando un cuerpo no se me había pasado por la cabeza, o no me había detenido por completo a reflexionar al respecto. Cierto, y que pasa si solo estoy ocupando cuerpos. Tenía la inocente esperanza que estos cuerpos que habito eran míos, hechos para mi inmortalidad. No había pensado que no es así.
-¿cómo te llamas? –insiste con la pregunta.
-no importa, dime Luis.
-pero no eres Luis. –me responde de manera tajante.
-entonces piensa que Luis se volvió loco, tuvo un derrame cerebral, un tumor, no lo se… sé creativo. Por ahora soy Luis no más.
La resaca no quiere desaparecer.

24.7.08

hoy es un nuevo día

Carrie Bradshaw

Siempre le buscamos sentido a las cosas, pero es el sin sentido la lógica más común del todo. Y ves así como la gente busca respuestas en la religión, la política, la filosofía, en la poesía, las novelas, las letras de canciones, en lo que sus amigos le dicen, en lo que su familia le dice, en lo que le dice su terapeuta. Pero no, las cosas no tienen sentido y solo suceden. Cuando creías tener todo bajo control el azar se abalanza contra ti, y puede que suene trágico, y a momentos lo es, pero también es genial en otras ocasiones.

Hoy despierto con cierta motivación, me había puesto de acuerdo para una cita. Ya había insistido bastante (la tercera es la vencida, pero fui por la cuarta) y me había dicho que Ella me llamaría. Pero como yo ya me temía, luego de días complejos, nunca me llamó. La mañana y parte de la tarde se puede explicar como una espera, una larga espera. La llamada nunca llegó, pero no me rendí por cuestión de tiempo, me rendí por culpa de la indiscreción. Generalmente acuso a la gente de involucrarse de más en mi vida (así como la pérdida del espacio privado, cosa que me parece terrible), pero no soy muy diferente de todas estas personas, yo también irrumpo en el espacio privado. Violo la privacidad de variadas formas, veo en las mañanas programas de farándula, veo también reality shows, intruseo en facebooks, interrumpo conversaciones, soy psicólogo (o casi). Y luego del largo rato de espera le pido a mi hermana mi laptop (ya que es el único computador cómodo de la casa para trabajar o vagar por internet, hay un segundo laptop, pero por razones varias está detenido en una sala fría y desordenada que llamamos “taller”). Mi hermana tiene abierto su Messenger, y antes de cerrarlo me doy cuenta que tiene una conversación con Ella, y nada de tonto (y bien hipócrita) reviso la conversación. Ahora, mientras escribo esto, me odio por haber hecho eso, prefiero haber muerto en la ignorancia que vivir con lo que se (es una frase de alguna película, pero no logro recordar cual… o tal vez es solo un dicho viejo). Este salir con esta chica (si, ese es el titulo de relación… salir, como una relación sin ningún tipo de compromiso, tan solo salir… eso es todo) ya había sido tormentoso, por los horarios, por la disponibilidad, por mis ansias, porque entremedio me complicó en parte haber “tenido algo” con otra amiga de mi hermana (si, ella y mi hermana son amigas, sino ¿cómo habría dado con la conversación?), pero esto colmo un poco el vaso (puros eufemismos). En la conversación, las primeras líneas que leí de la conversación, está puesto el tema del “retraso que no fue”. Intruso, me pregunté qué significaba esto (aunque para serles sincero ya lo sabía), así que leí la conversación a la inversa hasta llegar al punto clave: ella se había acostado con otro. En ese momento cerré la conversación, me quedé pensando unos segundos, tomé mi chaqueta y huí de mi casa.

Me han herido el orgullo mil veces. No sé, eso sí, si alguna vez me han roto el corazón. Creo que nunca lo han hecho, y esta no sé si habrá sido la primera vez. Ella me gusta mucho, la encuentro guapa, interesante, pero no sé si es tanto así como para “romperme el corazón”. Sinceramente no lo creo, creo que lo que se hirió acá fue mi orgullo (nuevamente). Pero no solo fue herido, fue destrozado con un mazo gigante y pasado por una trituradora hasta convertirlo en polvo. Entonces me encuentro saliendo de mi casa, sin saber bien qué hacer. Me digo que tengo que moverme a alguna parte, hacer algo, llamar a alguien. Así, mientras camino sin rumbo, marco muchos números, pero todos parecen estar ocupados. Estoy solo, una vez más, sin saber qué hacer ¿Con ira? Probablemente ¿Con pena? No lo sé. Solo sé que quiero que mis piernas me ardan, se me rompan y astillen. Quiero que un bus pase sobre mí. Que alguien me asalte y me dispare en la cabeza. Quiero irme del país, como todas las veces que colapso, y partir una nueva vida. Entonces camino y camino y repaso cada puto detalle en mi cabeza. Pienso de quien fue la culpa. Y disparo contra todos. Ninguna bala se desperdicia cuando uno tiene rabia, todas dan con el blanco, no importa cuál sea su nombre, color, religión, edad o sexo. Así creo argumentos para despreciarla a ella. Argumentos en contra de mi hermana, en contra de mi entorno. Argumentos en contra de dios, de la religión y la cultura. Argumentos en contra del hijo de puta que se acostó con ella. Argumentos en contra mía. Y estas últimas balas calan profundo. Pasan por entre las heridas ya hechas y las hacen aun más profundas, hasta los mismos huesos. Pienso en porqué no aproveche aquella noche cuando dormimos juntos. Porqué me imaginé tantas huevadas, me llené la cabeza de historias y fantasías. Ya la había pasado mal por lo ansioso que me tenía todo esto, pero no solo cayó todo, se fue en picada directo contra el concreto. Entonces me imaginé la escena, de Ella con el tipo. Un tipo sin rostro, sin facciones determinadas, podría ser cualquiera (como mi hermana me había dicho días antes en una discusión). Yo pude haber sido ese cualquiera. Pero no, y no me hiere que haya sido Ella, pudo haber sido cualquiera, pero sentí que me quitaban algo que deseaba mucho. Era el niño que le robaban el juguete, ese mismo que no había sido abierto y lo abre ese otro niño sin que tu sepas, y te lo devuelve con la caja destrozada. Así me sentí yo. Y entonces pensé –para de pensar huevadas, y dedícate a caminar. –De esa forma caminé desde mi casa hasta el metro Universidad de Chile, esperando que algo ocurriera. Que un camión me atropellara, que mis piernas se rompieran por el esfuerzo (debo mencionar, que si bien caminaba, cada paso que daba era una patada al suelo), que un edificio se desplomará sobre mí. Pasé varias rojas sin detenerme. No levantaba la vista, miraba directo al suelo, sabía que si la levantaba me podrían dar unas ganas horribles de romperle la cara a la primera persona que me sonriera. Solo caminé. Y mientras caminaba la imagen de ella y ese “otro cualquiera” se colaba entre mi mente casi zen (si, la caminata, con todo el dolor, se convirtió casi en una ritual de meditación… pero solo casi, no lo era realmente), y cada vez que se colaba me daban ganas de gritar, llorar y golpear una muralla hasta que mis brazos estallaran. Quería que mis músculos estallaran, todos. Mis huesos se astillaran, fuese una bomba de carne y sangre. Desparramarme y perder toda conciencia, ser algo, nada más que algo. En un momento dado me encuentro sobre una micro, con un cable para guitarra en una mano y dirigiéndome a mí casa.

Llegué agotadísimo, entré, vi mi computador abierto y conversaciones de Messenger de mi hermana. La primera ventana abierta tenía el nombre de Ella, así que solo la cerré y me puse a dormir. Dormité realmente en pequeños lapsus de sueño de 5 o 10 minutos, interrumpidos constantemente. Una historia vino a mi cabeza, la quería titular “el cuarto de los abrazos”, no sé si la escribiré, pero está toda en mi cabeza y no la siento una mala idea. Largo rato después de dormitar y cranear la historia me levanto y encuentro a mi hermana en el otro computador. Le saludo, ella me saluda de vuelta. Le pregunto cómo está, me dice que cansada pero que bien. Ella me pregunta que como estoy yo, le digo que bien, pero bajoneado. Le explico mi salida, ella me mira con cara de consternación y me pregunta que me pasa. Yo sé que me pasa, pienso en cómo se lo diría y entonces le digo –no lo sé, estoy angustiado. Ya es de harto tiempo, pero hoy como que me ha achacado más de lo normal –le miento. Pero más que mentirle, le oculto. Vuelvo a mi pieza y encuentro mi celular sonando, es Max y me dice –prepárate que con Arturo y la Cata vamos a ir a ver Batman, para que vengas con nosotros. Te vamos a pasar a buscar. –gracias, pienso.

Max llega a eso de las 8:10. La película es a las 8:30 en el cine del Alto las Condes, y desde mi casa son, por lo menos, 20 minutos de viaje (tal vez un poco menos, pero hay que dar tensión). En el auto vamos los antes mencionados y una amiga de la Cata, nadie muy importante en realidad. La Cata va golpeando el asiento de Max diciéndole que vamos tarde, que no vamos a alcanzar a ver la película. Le explico mi experiencia al intentar ir a ver Batman en la semana (donde, con mis amigos, tuvimos que esperar a la segunda función, porque todas las entradas estaban agotadas). La Cata se desespera, pero con su forma de desesperarse que no es tan desesperada finalmente. Llegamos, nos estacionamos, subimos escaleras, hacemos la fila (en realidad la Cata con su amiga lo hacen… la fila…). Entonces no hay entradas. Solo numeradas y en los 5 primeros asientos frente (y a un metro, aprox.) de la pantalla. Entonces decidimos que no, pero no sabemos qué hacer. Max dice que si estuviéramos drogados podríamos entrar a ver alguna otra huevada. Arturo lo apoya, yo también, y la amiga de la Cata, ella, tiene marihuana. Hasta entonces no lo sabíamos, ella nos lo comenta ahí. Todos nos miramos, nos cagamos de la risa y vamos a comprar entradas. ¿Qué película? –Kung Fu Panda –dicen Max y la Cata. El resto asentimos. De esta forma, y con entradas en mano, bajamos nuevamente al auto y comenzamos a rolar. Una guardia nos vigila atentamente y nosotros, sin aún los efectos de la marihuana, huimos del lugar y vamos en auto a una calle cercana. El olor de la hierba es profundo y potente. La cata dice que huele a pino e impregnan todo el auto del bizarro olor, una mezcla entre olor dulce y acido muy fuerte. Abrimos las ventanas y comenzamos a quemar. Yo solo fumo como fumador social, y esta vez también me freno porque me digo –estás con las emociones a flor de piel, si te embriagas o te vuelas puedes colapsar aun más de lo que has hecho. –solo una quemada, una quemada que me deja relajado pero no pegado, mucho menos paranoico. Mis amigos, por el contrario, dicen quedar ridículamente drogados. Y si, la hierba de esta chica era ridículamente fuerte, pero como fumé poco no me pegó tanto. Cuando subimos para entrar a ver la película ya han pasado 20 minutos, de los cuales 10 son de trailers, así que nos perdimos los 10 primeros minutos de la película. Pero estábamos volados, pudo haber sido más o menos. La película es un asco, las escenas de acción son grosas, pero la película (que por lo demás vimos doblada, y nadie se fijo en ello antes de entrar) es una película para cabros chicos, con trama sencilla y bromas livianas. No hay voces de Jack Black, hay voces de Omar Chaparro o algo así. Los chiquillos a mi lado se ríen, pero se ríen por que no pueden aguantarse la risa de lo drogados que están. Así que lo pasé bien finalmente, pero no por la película, sino por la reacción de mis amigos y de las aterrorizadas madres que notaron lo raro que nos comportábamos. No voy a hablar más de la película porque no hay mucho más que rescatar de esta, salimos a la hora (es una película bien breve) y Max entonces dice que vayamos y nos colemos para ver otra película. Él entra a una sala pero no hay nada, luego otra y lo mismo. Cuando vimos que la idea no funcionó la Cata abre una puerta y se escucha un estruendo, veo como ella, su amiga y Max entran para la sala. Yo y Arturo nos miramos, vemos el afiche y nos preguntamos que estamos haciendo. Entramos, nos sentamos en los primeros asientos que nos encontramos y en primerísimo primer plano Carrie Bradshaw. Gracias a la homosexualidad manifiesta de un amigo, y la latente de otro (aunque yo digo que no es tan latente), ya sabía un poco de esta película. Era cosa de escucharlos conversar al día después del estreno. Así que podía ubicarme un poco. Por este escaso conocimiento ya sabía que a Carrie la había dejado plantada en el altar Mr. Big. Que Charlotte por fin queda embarazada. Samanta trata de dejar de ser tan maraca y que la otra (la lesbiana en la vida real) fue engañada por su esposo y se separan. La historia es simple, con tallas livianas y predecibles. Mucha ropa de diseñador, gasto de dinero, alusiones explicitas sexuales, glamour y Nueva York, todo relatado a través de las crónicas del personaje principal, ms. Bradshaw. Mientras vemos esto le pregunto a Arturo porqué estamos acá el me dice –es culpa de Max esto, yo me quiero ir para mi casa –y luego sigue viendo la película. Max me dice que no entiende que hacemos acá y yo, simplemente me tiendo en la butaca y sigo viendo la película. Puedo decir que vi un 60% de la película, o eso estimo por lo menos. La vimos no de tan al principio y llegamos hasta el final (o lo que creímos el final, no nos íbamos a quedar para los créditos, ni siquiera para el fade-out). Cuando salimos de la sala nos reímos de lo estúpido que había sido la noche, fuimos a dejar a la amiga de la cata y nos perdimos por lo drogado del conductor (Max). De ahí en adelante la noche fue rememorar lo que hicimos, preguntarnos porque, reírnos de nuestra estupidez y disfrutarlo.

El día así fue una montaña rusa. Puede que no haya ocurrido un balance cósmico. Hubo una muy pronunciada bajada con una pequeña subida, pero subida al fin. Detesto mi vida amorosa, y eso es un hecho. Esta es un asco y sinceramente estoy deprimido por ello. Pero por otra parte tengo a mí alrededor gente muy graciosa, y sé que si bien puedo estar sumamente triste ellos me alegraran. No importa quienes sean estos, siempre me logran sacar una sonrisa. Puede que yo esté medio ido, medio triste y busque mis espacios, pero siempre me logran sacar una sonrisa. Con esto, como dije, no pretendo decir que estoy bien. Estoy herido. Pero el mundo funciona en base al sin sentido. El sin sentido te hiere y te confunde. Pero también, el sin sentido te alegra, te sorprende y te hace reír. Mi vida no tiene sentido y creo que no lo buscaré. A veces uno se desespera y quiere saber si existe una razón. Algunos dicen que si no hay razón no vale la pena, pero desde hace algún tiempo yo pienso todo lo contrario. La vida no valdría la pena si todo tuviese sentido. El dolor no se sentiría tan pesado y el amor no sería tan increíble. Tus amistades, tu familia, tus creencias y tus gustos no serían lo mismo si tuviesen sentido. Mis amigos no los tienen, y esa es la gracia. Sufre, goza y vive. Pero no vivas por tener sentido, vive para vivir. Todo esto me hizo sentido mientras volvía a mi casa. Max conduciendo en silencio a mi lado mientras escuchábamos Battles, y yo pensaba esto, y también se colaba una frase por mi cabeza.
"Love Sucks"… algo así como una síntesis de todo…

Pero se me ocurrió una variación… “Love, Suck”… y me reí. Un chiste idiota, pero si el amor te golpea fuerte, pensé, porque no reírse un poco también. No todo es blanco y negro, nada lo es, todo son grises…

Así que “Love, Suck”, y que sea bueno por favor.

13.7.08

sin suceso

lo que tu y yo vivimos nadie más lo puede comprender. pensé que si lo explicaba lenta y detalladamente lo comprenderían, pero fué mucho más.
ayer me encontré con amigos que no veía desde hace algún tiempo, entonces le comenté esto mismo. les dije que había sucedido algo, algo grandioso pero que es difícil de explicar. me preguntaron que era, y parti (como uno de mis amigos siempre me dice que es uno de mis defectos) dando explicaciones. les comenté que hace algunos días, seguramente un par de días previo a los sucedido, me encontraba enla consulta atendiendo un par de pacientes. había sido un dia flojo, algo bastante extraño para un hospital publico, pero lo que me permitió rumearla idea y los recuerdos. intenté hilarlo en palabras, contextualizarlo, poner personajes, integrarlo en metaforas, pero nada resultaba convincente. a eso del medio día un paciente llegó. era un paciente que ya llevaba yendo un par de meses y, por ende, ya existía una relación particular. cuando el entró lo recibí como siempre lo había hecho, pero hoy algo era distinto. él también lo notó y su actitud a mi fué diferente de las otras sesiones. nos sentamos y recuerdo haberle preguntado como le había ido. el me dijo que le parecía gracioso que lo preguntara, porque no solía hacerlo. me preguntó como me había ido a mi. y no pude controlarme, y le dije que algo había pasado. el me dijo que algo parecía sucederme, me preguntó que había ocurrido. entonces lo miré, le sonreí y no le dije nada. mis amigos entonces me preguntaron que sucedió, y entonces les epxlique que no sucedió nada más, el solo asintío y la sesión fue un largo silencio entre los dos. me preguntaro si el me había preguntado algo más, les dije que si, pero que cada vez que me preguntaba algo yo solo le respondía que no podia responder de otra forma. ellos me comenzaron a decir que pudo haber sido contratransferencia, resistencia del terapeuta, impasse, quiebre de la alianza terapeutica, ruptura del continuo paciente-terapeuta, y todos esos nombres que aluden a aquellos lugares problematicos. entonces los miré, y por un segundo me detuve a pensar que estaba ocurriendo, y les dije que no habían comprendido nada.
lo que tu y yo vivímos nadie más lo va a comprender, y eso lo entendí más claramente ayer. creo que esto es de nosotros, y de nadie más. tal vez alguien algún día le suceda, pero le pasará lo mismo que nos está pasando aqui y ahora. tal vez ni siquiera nosotros lo logremos comprender entonces.

12.6.08

una mujer hermosa

El niño que enloqueció de amor no enloqueció por ello, más bien porque estaba loco se enamoró. Esto lo sé muy bien porque yo estoy enamorado de una chica, y a veces la veo por la calle. Hay días que tiene el pelo rubio, otros completamente negro. Hay veces que lo tiene corto, otros largo. Ojos azules, verdes, pardos. Algunos días está más alta que el día anterior, a veces empequeñece. A veces sube de peso, y hay otros días que está sumamente flaca. A veces la veo por la calle. A veces la busco, pero no la persigo. Sería sumamente desagradable que pensara que la estoy acosando, así que la veo a la lejanía, esperando un día poder acercarme a ella. Entonces a veces llega ese día y cruzamos un par de palabras. Generalmente son palabras bobas, sin mucho sentido. Algunas veces le caigo bien, otras le caigo mal. A veces ni siquiera hablamos. Pero cuando hablamos, y hablamos cosas interesantes, hay veces que la invito a salir. En ocasiones vamos a tomar un café, otras veces vamos a fiestas. A veces todo es muy tranquilo y solo vemos una película, a veces hacemos largos viajes haciendo cuanto nos permitan nuestras fuerzas. Hay veces que solo conversamos. Y todas esas veces lo único que quiero es conocerla, saber como es. Pero muchas veces yo ya sé como es, y es por eso que todo termina. Porque hay días que la conozco, y resulta que no era ella, era otra. Y los ojos y el pelo, y las conversaciones y las salidas, todo no era de verdad, porque de la chica que estoy enamorado no es ella, es otra. Y hasta ahí llega el amor, hasta ahí llega la fantasía. Entonces me despido, con una sonrisa en la cara, le digo que ahí nos veremos, aunque muchas veces no sea así. Salgo a la calle, miro alrededor y entonces la veo. Allí está la chica de la que estoy enamorado, esta vez de pelo largo y negro, de piel morena y unos ojos hermosos.

Un amigo una vez me dijo: “estás enamorado de una mujer hermosa, lo único malo es que ella no existe de verdad”.

9.6.08

RIOT

Prologo.

Como yo, supongo que tú has visto, también, muchas veces el fin del mundo. Yo lo vi miles de veces. A veces iguales, a veces distintas. Yo lo he visto en sueños, en fantasías. Lo he visto en los ojos del otro. Y tal como yo, supongo que tu tampoco esperabas esto.

El primer indicio se dio en las grandes ciudades. Los grandes atochamientos de tráfico habían venido en crecida en los últimos diez años. La producción automotriz, sin importar el precio del petróleo y de las nuevas tecnologías híbridas, tuvo un alza sorprendente. Se estima que cada familia goza, por lo menos, de un vehículo motorizado y que su uso es diario. Lo de los atochamientos habían crecido y se habían convertido en un tema tan importante que movimientos civiles comenzaron a gestarse. Primero manifestaciones pacificas, luego pequeños grupos terroristas. Se reclamaba contra todo, contra todos. No tan solo el gobierno, las empresas privadas, las organizaciones internacionales, incluso el consejo de vecinos que corresponde a tu sector se vieron invulucrados. eran civiles contra las organizaciones, las organizaciones contra los civiles, civiles contra civiles, organizaciones contra organizaciones. El asunto, todos sabían, no estaba en manos de nadie, pero a alguien todos debían reclamar. Todos querían hacer uso de las autopistas, de sus propios vehículos, y con los años y el crecimiento notorio (estamos hablando de un ruido infernal de fondo, de atochamientos que se desdibujaban y formaban líneas multicolores donde los autos parecían perder sus límites físicos, de una velocidad promedio de 1 k/h) más y más autos salían a las calles. Con todo esto obvié mencionar el hecho de que la población mundial había crecido a tal nivel que las mayorías de las reservas forestales tuvieron que ser taladas para poder generar nuevos espacios urbanos, nuevas viviendas y nuevos centros comerciales (que, hoy por hoy, no solo alojan lo peor de nuestro consumismo, sino también a los hospitales, escuelas e incluso instituciones gubernamentales… si no me crees anda y date una vuelta por la alcaldía más cercana, es muy probable que en menos de dos minutos ya te hayan ofrecido dos cafés de Starbucks, cuatro hamburgesas de McDonalds, y seguramente alguna que otra basura de Ikea) asi que puedes imaginar la enorme envergadura que un problema de superhabit de vehiculos podria significar. Con todo esto no era más que esperar que algo ocurriera, pero, como te dije en un principio ni tu ni yo imaginamos que justo esto era lo que iba a ocurrir.

Un 10 de Junio, en medio de un atochamiento en la enorme (de hecho, hoy es una de las más grandes ciudades del mundo) Buenos Aires, los automovilistas comenzarían a bajar de sus autos. Dicen que fue a eso de las 18:00hrs, las imagenes no se verían hasta tres minutos despues y ya estaban todos ellos fuera de sus automóviles. Nadie sabe si fue uno solo quien movilizó a todos o si existió algo así como una conexión entre todas esas personas, pero en ese momento, en ese mismo minuto, todos apagaron sus radios, los motores de sus vehículos y salieron de sus autos casi en un unísono. Por un par de minutos la ciudad quedó sumida en uno de los más profundos silencios que habían tenido en años. Oficinistas, amas de casa, estudiantes, jubilados, madres con sus niños, policías, todos bajaron de sus autos en un acto casi solemne. Es como si hubieran caído en un estado hipnótico, una hipnosis colectiva. Porque mientras ellos estaban allí, todos los que nos encontrábamos cerca de un televisor veíamos atónitos las imágenes que recibían las noticias con sus cientos de módulos aéreos. a la vez muchas señales comenzabana pasar videos aficionados del surgimiento, la emergencia de estos automovilistas (si, en serio, era como verlos emerger de un mar de metal). emerger y luego sumergirse en ese atemorizante silencio. Pero, lamentablemente, el silencio es un estado efímero, no dura para siempre. Tan rápido como uno logra pensar cuanto quisiera tener un disco para grabar aquel momento, las miles de personas entraron en un estado de rabia intensa y comenzaron a destruir cada uno de sus vehículos. Veias a abuelas, niños, madres, policías, punks, abogados, todos destrozando como bestias salvajes cada uno de esos vehículos. Y no era que solo les golpearan una patada o dos, ellos literalmente despedazaban esos pedazos de metal y fibra de vidrio con sus manos. Veías como la sangre de sus dedos manchaba la pintura metálica de cada uno de los fiats, hyundais, subarus, citroëns, BMWs. Como volaban los pedazos de autos utilitarios, sedán, deportivos, citycars, autobuses. Como eran desmembrados autos viejos, nuevos, de segunda mano, recién sacados del taller. Todos destrozados por una horda de caníbales que arrancaban cada pieza sin importar lo que a sus cuerpos ocurriera. Desde las autopistas elevadas caían chasises enteros. Mi sobrino me pregunta espantado porqué los autos no explotan y yo no le puedo responder que aquello solo ocurre en las películas, estoy tan sumido en el horror de aquella imagen que no puedo siquiera sostener la Coca-Cola que tengo en mi mano. En el mall en el que me encuentro comienzo a escuchar gritos y la gente comienza a desesperarse, y allí es cuando lo escucho, el chirrido de los neumáticos, el estridente sonido de los choques, y el agudo sonido de las uñas rompiéndose al intentar arrancar las puertas de una Suburban Volvo. No podemos salir, estamos atrapados. Ya no son solo las calles de Buenos Aires, todas las capitales se han sumado. Todas las ciudades grandes. Las antiguas metrópolis, las nuevas urbes, todas sus calles tomadas por enfurecidos conductores. No, conductor ya no es la palabra, no puede ser la palabra para un sujeto que destruye lo que conduce. Tal como no se puede llamar a un sujeto padre cuando ha matado a su hijo. Mi sobrino se agarra de mi pantalón, me dice que su mamá está afuera. Le digo que no se preocupe, que debe estar bien. Me dice que no, que no diga estupideces. Cuando un niño de 5 años te dice que no digas estupideces, es porque has dicho algo sumamente estúpido. Lo tomo en brazos y trato de huir a alguna parte. El problema de “huir a alguna parte”, es que no huyes a ningún lugar en particular, así que lo único que hago es correr con la multitud.

Para serte sincero, en este punto es cuando me da un poco de vergüenza. Debí haber corrido sin sentido por, a lo menos, una hora. Corrí un maratón con tal de ver que cresta hacer. Cuando sabes que la cagada está quedando afuera, y estás cercado en un lugar que no es casa, intentas buscar el método de salir. Pero salir es justamente lo que no debes hacer. Y por eso, cuando mis piernas no daban más del dolor de correr sin sentido, con 20 kilos en mis brazos, me detuve a pensar fríamente. Miré a mi sobrino, me pregunto qué haríamos, yo le dije que esperaríamos. Sus ojos estaban rojos de lágrimas, pero te aseguro él no sabía por qué lloraba, tal como yo no sabía por que corría. Entonces nos sentamos en un rincón, donde la multitud no nos molestara. Me preguntó que íbamos a esperar. No supe que responderle. Me preguntó que por que la gente tampoco iba a esperar. Le dije que no lo sabía. Me pregunto qué iba a pasar, y yo le dije que todo iba a estar bien.

Vivimos por una semana en aquel mall. Hasta hoy no sabemos qué pasó con su madre.

Bueno, tal vez también sabes parte de la historia. Pero quería contextualizarte él como partió todo esto para mí. Ahora, creo que debes aprovechar de tomar ese café, porque una vez que comienze no me detendré hasta contarte todo lo que se hasta el momento que te encontré. Por lo menos aquí estaremos seguros un buen tiempo. Una vez te explique por lo que he pasado, tú me podrás explicar que cresta pasa en este lugar y no aceptaré un no como respuesta. Al final, debes entender, que soy yo quien tiene la pistola.

12.5.08

Autoayuda

Cuando vives esperando un milagro todo te parece mágico. Tiendes a contar cada día, cada hora y cada minuto esperando que algo te ocurra. Comienzas a pensar en tus acciones como ya no tuyas, sino impulsadas por una fuerza mayor. El tomar ese autobús ese día, el retrasarte tantos minutos, el haber cerrado el libro en ese preciso momento, todo parece ser causa de una fuerza superior y comienzas a creer que cada evento será sino un gatillante de algo mayor. Entonces las miradas dejan de ser solo miradas y se convierten en diálogos y en posibles futuros, las personas ya no son unos cualquiera sino son un probable personaje, alguien que te llevará a otros lugares y te hará conocer lo que tanto estás esperando. Lo peor de todo esto es que esperas y esperas, pero no sabes que es lo que estás esperando. No hay un objeto particular, solo una esperanza de que ocurra un milagro. Que llueva dinero, que tu apariencia cambie, que alguien te diga que no perteneces a este lugar y que en otro lugar están todos expectantes con tu regreso, que tu eres la llave para todo, que tu eres él sujeto. Todo es posible y todo puede ser, y por ello te inunda un sentimiento de angustia, porque todo puede ser lo esperado. Cuando vives esperando un milagro miras al mundo con los ojos de un niño que sueña, pero que no suele despertar. Todo te parece complejo y todo está relacionado con todo lo demás, pero aun así crees poder abordarlo y simplificarlo a su estructura más básica. Comienzas a preocuparte por tus decisiones, por si es que estas realmente te llevarán a donde esperas llegar (que, como ya he dicho, no sabes dónde ni que es). Entonces comienzas a vivir en un sueño, y los sueños dejan de importar realmente. Es como si durmieras todo el día. Piensas tanto en el desarrollo de los eventos que comienzas a verte desde un angulo externo, dejas de pensar desde ti y piensas en ti como si fueses uno distinto. No eres tu quien está viviendo tu vida, es otro, es un sujeto que habita tu realidad, pero tu realidad no se convierte en más que una película, en un par de líneas de un libro. Comienzas a pensar que sabes lo que los otros responderán, comienzas a analizar cada cosa, cada evento, todo sobre suposiciones que solo tu conoces. Es tu vida, entonces, un juego o un sueño que se basa en tus reglas, y comienzas a olvidar que tus reglas no son las reglas del mundo. Y comienzas a sorprenderte con el tiempo de que no tienes el control de la situación, que no todo funciona como tu esperas, y te comienzas a desmoronar. Y es que los diálogos que has analizado y revisado por horas en tu cabeza no logran encajar, la gente no reacciona como esperas y comienzas a aterrarte, comienzas a evitar las decisiones. Y si estás obligado a tomarlas, sientes todo su peso contra tus hombros. Ya no te queda mucho, ves como comienzan a ocurrir cosas que nunca esperaste que ocurrieran, y esas cosas siempre estuvieron ahí, pero estuviste tan ciego. Te has esforzado tanto por lograr aquel milagro que olvidaste que tu no dependes del milagro, tu ya eres, tu ya estás ahí, y no es como si el milagro te hiciera de principio a fin. Puede que los milagros no existan, pero tampoco es el asunto aquí, capaz que el milagro ya ocurrió y tú ni siquiera te has dado cuenta, puede que un milagro sea tan espectacular que escape a tu vista. Has dejado de soñar hace tanto porque has vivido un sueño, has dejado de ser ti tanto tiempo por no dejar de mirarte, has pensado que el reflejo eres tú, y que tu eres sino tan solo el reflejo en el espejo, pero no es así. Tú eres el que ha prendido la luz del baño y quien ha tomado el jabón del lavabo. Tu reflejo es tan solo eso, un reflejo. Tú no eres un reflejo, si tú fueras un reflejo no serías tú, no existirías, y has olvidado eso. Crees que eres solo un espectador cuando eres tú el verdadero actor de la historia. Pensaste que tú eras solo un personaje secundario, pero estuviste viéndote durante toda la función. Fuiste iluso, te perdiste en tu propio juego, porque nadie lo puso allí para ti, fuiste solo tú.

Seguramente estás cansado. Me lo imagino, es cansador siempre mirarse, siempre estar por encima de ti mismo. De intentar verte en la montaña desde lejos, porque tendrías que tener una visión que te permitiera dar la vuelta al mundo ¡y capaz la tengas! Te has esforzado como ningún otro, y en tu propio sufrimiento has logrado cosas grandes. Puede que no hayas completado todo aun, puede que te falte bastante, pero hay tiempo aun, por lo menos estás ahí y ellos también están ahí, y tú lo sabes. Y conocerás muchos más, y podrás hacer muchas cosas y puede que, finalmente, ocurra un milagro. No lo se, puede, incluso, que ya te haya ocurrido. Por mientras sigue escribiendo, ya no falta mucho para terminar esto, después podrás comenzar uno nuevo, y de seguro te gustará.

7.5.08

Quimeras

Lo que me despertó no fue ni un ruido ni preocupación, sino la simple sensación de sed. Y es que igual habría podido seguir acostado, intentando dormir, pero quería que todo fuese lo más “natural posible”. Aunque, claro, todo era menos natural. Me habría ido a acostar a eso de las ocho de la tarde (habría pensado que para levantarme al otro día a las seis y media de la mañana tendría que acostarme temprano, y conociendo mi falta de sueño, seguramente me demoraría en dormir). A las ocho, entonces, apague el televisor, me puse los audífonos y escuché un rato música. A eso de veinte para las nueve tomé el libro que me había regalado para mi cumpleaños, un libro por un japonés, Murakami, y habría leído unas diez páginas hasta que comencé a sentir como el cuerpo se me ponía cada vez más pesado. Supuse que tenía sueño, así que apagué la luz e intenté dormir. Como todas las veces que lo hago me di vueltas y vueltas e intente no hacer nada más que concentrarme en no pensar nada (cosa, que por lo demás, es como paradójica. Es como pensar en no pensar, básicamente) en eso se pasaron cuatro horas en las que, difícilmente, puedo decir que dormí.

A las doce, doce y media mas o menos, me dió sed. Como les contaba, en realidad no habría tenido que levantarme a tomar agua, pero por ser más “natural” con mi “proceso de sueño” lo hice (más bien lo natural lo pensé en cómo se vería más despreocupado, como si alguien estuviese allí evaluando mi proceso de sueño). Me levante, medio dormido, medio despierto, y caminé hacia el baño. Cuando prendes la luz en este estado es como si te golpearan directo en a cara. Por sobre la nariz y entre los ojos. La luz te enceguece y golpea, y cuando puedes comenzar a ver mejor, ves tu rostro con una mueca horrible. Está como congestionado, con tu nariz respingada por la mueca de tu boca y tus ojos a medio cerrar con el ceño fruncido, como si hubiese una pestilencia horrible e intentaras que no entrara por ninguna parte tuya, sean estas tu nariz, tu boca e incluso tus ojos. Pero no hay pestilencia, la pestilencia es la luz. Me acerco entonces al lavamanos y abro la llave. En ese momento lo sientes, tú pié en un charco de algo. Miras hacia el suelo y ves las pequeñas pozas de un líquido transparente. Has sido cuidadoso y nos has botado nada de agua, sabes perfectamente que no fuiste tú. En tu casa están, aparte de ti, tu hermana, tus padres y tu abuelo. Y aquí sale el detective en acción. Sin pensarlo te pone en cuclillas y con dos dedos tocas el charco y te acercas los dedos para oler. Tu olfato está pésimo (obvio, vienes recién levantándote, con una confusión enorme con tus sentidos), así que te toma tiempo en poder encontrar olor. Al principio piensas que es agua, pero estás equivocado. Ahora, no pudo haber sido tu hermana, porque las mujeres no tienen este tipo de accidentes, y tu padre ocupa el baño al otro lado de la casa, asi que habría sido poco coherente que haya sido él. Por otra parte tu abuelo sufre de incontinencia, y si, es muy probable que la orina sea de él. Al principio no me dio asco, pero creo que fue, en parte, porque estaba aun dormido. De a poco la rabia comienza a invadirme y al final me encuentro insultando al aire y maldiciendo la situación. Tengo que levantarme al otro día, a las seis y media de la mañana y ahora, que son las doce, debo encargarme de limpiar el baño. Tomo la decisión de hacer una limpieza “flash”, hecho un poco de Cloro y de Lisoform. Baño el suelo en ellos y comienzo a trapear. Lo dejo secar un rato mientras me lavo los pies frotándome el jabón hasta que duele. Una vez seco salgo para tratar de relajarme un poco. Todo el sueño se me ha quitado, y ahora me será imposible retomarlo hasta en un buen par de horas. Lo que significa, seguramente, que tendré que pasar de largo esta noche. Vuelvo al baño porque me bajan las ganas de orinar, y ahora el problema es la pestilencia. No es que no sepa que la orina no sea pestilente, al contrario, pero lo que me sorprende es que, de la orina de una persona, un baño limpio se transforma automáticamente en un baño de un bar de mala muerte. Ese olor, que yo pensaba se daba debido a la mezcla de olores de las orinas de los distintos tipos que ocuparon el baño, es sino el olor de la mezcla de los productos de limpieza con la pura orina de mi abuelo. Ese olor acido y penetrante, que pareciera te perforara las fosas nasales. Ahora la mueca no es por la luz, es por la pestilencia, es por evitar que entre en ti. Orino, pero luego echo kilos de desodorante ambiental tanto al aire como al suelo. El problema es que el baño da justo a la puesta de mi pieza, y creo que el olor invadirá luego mi lugar. Así, sin sueño y preocupado del baño entro a mi pieza y me acuesto. Pero ahora no puedo sino mirar hacia el techo fijamente, esperando que, por milagro, me quede dormido.

Todo esto no sería nada, solo una anécdota, sino fuese por lo que a continuación me ocurrió. Preocupado todavía por lo del baño, me encuentro mirando fijamente al techo. Los ojos abiertos completamente, ni siquiera pestañeo. No quiero moverme, no quiero hacer nada que pueda despertarme más. Una sola acción y todo se puede volver a echar a perder. Usualmente en este punto es cuando tus sentidos se hipersensibilizan, y podrías escuchar una aguja caer. Es tanto así que el ruido de esa aguja podría, perfectamente, perforarte los oídos. Es el punto en donde todo te puede afectar, incluso el sonido de tu propia respiración se convierte en una molestia. Ese fue el momento donde lo escuché. Al principio no le di real importancia, y pensé simplemente que era el reloj. Pero inmediatamente me di cuenta que no era así. Un repiqueteo que no parecía marcar nada. Una especie de sonido de mecanismo, como un engrane que se mueve bruscamente. No es un péndulo, un péndulo haría un ruido temporalmente exacto, un pulso. Esto no es un pulso, parece serlo al principio, pero luego se apresura bruscamente y se detiene. Pero tampoco es un engrane, no tiene aquel sonido metálico. Es un sonido de madera, un engrane de madera. Y tampoco es el reloj, porque el sonido no está en aquella muralla del living, sino que está afuera de mi pieza, en la intersección de la pieza mia, con la de mi hermana y la de mi abuelo. Es un mecanismo de madera, pero es un mecanismo vivo. Es como si estuviese revisando cada una de las piezas. Y lo escucho acercarse a la pieza de mi hermana, pero yo sé que ella está a salvo, ya que duerme y no puede ser molestada. De mi abuelo se puede decir lo mismo. Pero yo, yo estoy aterrado. Lo siento moverse fuera de mi pieza, y escucho ese mecanismo, y puedo escuchar sus apéndices (porque no son brazos, ni piernas, son más bien como largas patas de araña) y puedo escucharlo viéndome. Intento quedarme lo más quito posible, me hago el dormido. Cierro los ojos y solo me dedico a escuchar. Eso sigue allí, fuera de mi pieza. Y lo escucho mirarme, con aquel único ojo entre todo ese gran engranaje de madera. un ojo que simula un lente de cámara, ajustando la distancia y el enfoque. No cruza la puerta, pero está afuera, esperándome. Sabe que estoy haciéndome el dormido, y él solo me espera. Aprieto fuerte con mis manos mi almohada, pienso que debo dormir, que más rato tengo clases. Pienso también que él está ahí esperando. Lo puedo escuchar, si él tuviera corazón podría escucharlo. Sus latidos de madera.

Son las tres de la mañana, y despierto porque alguien entra al baño. Lo escucho abrir la tapa del váter, orinar, tirar la cadena, abrir la llave del lavamanos, lavarse las manos luego secarse. Odio que dejen la tapa del váter abierta. Cuando abre la puerta pregunto quién está ahí. Es mi abuelo. Le comento lo que sucedió con la orina y me pide disculpas, me dice que no se había dado cuenta. Le digo que para la próxima se fije más. Me dice que no pudo hacerlo, que para la próxima lo hará. Que seguramente le pasó porque se había puesto nervioso. Que había querido salir pronto del baño, porque había escuchado a una quimera de madera moviéndose por la casa y lo único que él quería era evitar encontrársela y dormir.

16.3.08

de vuelta de vacaciones.
sur, norte.
ahora una demostracion de algo que estoy escribiendo... solo eso, una demostracion:

El tomar un libro ya es un suplicio. Abres en la pagina donde habías quedado unos días atrás, tratas de leer un par de líneas pero tu cabeza duele, tu vista se distrae fácilmente, tu espalda está tensa, tu posición es molesta, piensas en la mierda de asiento en la cual estás sentado, maldices el hecho de que sea un sofá, que supuestamente debería ser una “experiencia agradable”. Esto es todos los días, cada día, en cualquier lugar –piensas que tal vez no en cualquier lugar, pero da lo mismo, ahora maldices. Puedes haber estudiado una carrera “humanista” (no entiendo porqué siguen con ese nombre, no veo, por ninguna parte, que la literatura y el periodismo sean humanistas, una es pura alienación, la otra es puro morbo, y por favor, no hablemos siquiera de los psicólogos –seres inmundos) pero eso no significa –y ni siquiera te atrevas a contradecirme –que debes leer miles de páginas y sentirte a gusto con ello. Pero aun así, por una especie de peso social, lo haces (o lo intentas por lo menos) y cada cierto tiempo intentas agarrar un libro y despedazarlo con la mirada (si, por que a estas alturas, y creo que es mi deber decirlo, uno no lee, lo único que quiere es romper en pedazos ese libro, hacerlo mierda, que las hojas vuelen, que el cartón de la tapa se rasgue, se ensucie, por eso no tienes respeto por ese pedazo de “cultura” y lo doblas, y ocupas las contratapas como marca páginas siendo que en la tienda igual te entregaron, por lo menos, cinco). Lo único que intentas es, entonces, leer. Y te obligas y lees una, dos, tres palabras. Ahora son una, dos y tres líneas. Pero entonces llega la catástrofe. Llevas eso, tan poco, recién armándote de paciencia y una mosca se para en tu libro.

- ¡mosca de mierda! – el libro vuela y choca con el borde de la mesa.

- ¿qué te pasa? – pregunta ella. Y claro, pregunta así no mas por que sinceramente la molestaste. No le importa ni una mierda lo que te suceda a ti. Piensas que nunca le importó. Tal vez estás rotundamente equivocado, pero eso sientes en ese momento.

- ¿no podemos hacer nada con estas moscas? parecen gozar molestándome. No puedo ni siquiera leer ya.

- ¿y por eso te pones como bruto?

Bruja imbécil dices entre labios.

- ¿perdón?

- que no debimos venir en esta época del año. Tú sabes que siempre se llena de moscas. Odio las moscas. Bichos asquerosos.

- ¿y por eso te comportas así?

- a ver ¿Qué pasaría si fueran arañas?

- pero no son arañas

- ¿Pero qué pasaría si fueran arañas? –dices marcando cada una de las silabas, como restregándoselas por su cara, como escupiéndoselas en el rostro.

- ¡Pero no son arañas! Idiota. Además tú sabes que el insecticida está en la despensa. Anda y úsalo, y déjame tranquila. Imbécil. –toma sus cosas y se larga a la pieza. Tu te quedas mirando. Piensas que tal vez hiciste mal, y te insultas, y te dices que no te mereces esto, que no trabajaste tanto para esto, y la odias a ella (siendo que deberías odiarte a ti también, sabes perfectamente que andas como idiota, hasta tu mismo te lo dices).

El calor del verano, la casa de madera, las cosas no eran así antes. Esto debían ser vacaciones, esto debería significar descanso, reconciliación. Pero parece que no va a ser así, parece que las cosas no van a ser tan fáciles. No han sido fáciles desde hace meses ¿por qué lo serían ahora? Si, tienes más dinero; si, tienes un auto carísimo; si, tienes una televisión de plasma; y si, cada vez que te recuerdas de eso recuerdas lo cliché que suena, y sabes que la respuesta es aun más cliché –y todavía resuena en tu cabeza: hueco.

Tratas de calmarte, tratas de respirar profundo, y tratas de rearmar la historia. Total, para eso eres bueno, o por lo menos crees que es para lo que sirves. Y entonces cuentas. Uno. Dos. Tres…

23.1.08

un cuento viejo n°2

ese día me hiciste prometer que te ayudaría a volar.
dijiste que comprariamos de todo.
las placas de aluminio y los palos.
el pegamento y las plumas.
querías hacer lo que Icaro no logró.
decias que lo podrías hacer, y yo en un principio no te creí.
subiriamos al techo del edificio.
de ese edificio en el que hemos vivido durante dos extraños años.
compramos todo, y lo conseguimos por un buen precio.
volvimos al edificio.
dos largos mese de planificación.
todo debía salir perfecto.
existian, luego del plan A, un buen grupo de planes alternos que usaría en caso de que no funcionara.
creo que incluso compramos la pistola que tanto nos negamos a utilizar.
el llamado plan W.
el único plan que no usariamos.
bueno, de hecho, no tuvimos que usarlo.
nunca había soportado tanto tiempo dentro de ese departamento.
solo saliamos a hacer compras para poder subsistir.
dejé de ir al trabajo, tu dejaste tu tesis de lado.
creo que en ese punto me dí cuenta de que esto era importante para ti.
creo que en principio deje todo por ello.
pero luego me hizo sentido.
no recuerdo mucho como fue el día en que todo ocurrio.
pero creo que estaba nublado.
si, nublado, no había buen tiempo, pero tampoco llovía.
el día anterior logramos terminar todo.
habian sido horas y horas de inhalar el pegamento con el que pegabamos las plumas.
fue un milagro no morir entonces por intoxicación.
aunque lo asumo, croe haber estado drogado por, por lo menos, 2 horas.
ahora recuerdo mejor la imagen.
tu y yo en el techo.
te pusiste el armazón, y tus lentes.
siempre tus lentes.
recuerdo que yo te los regale para tu cumpleaños.
antes de que estuviesemos juntos.
te aferras al armatoste y dices un par de palabras en voz baja.
no recuerdo si las escuche claro, pero no se, ahora, que dijiste entonces.
creo que nunca lo supe.
no importa.
entonces te besé.
o me besaste.
no receurdo tampoco.
en ese especifico punto corres.
comienzas a correr
despliegas tus alas.
gritas algo.
jeronimo?
no eres tan cursi... creo.
recuerdo haberte visto volando por unos 30 segundos.
ahí todavía tenias el armatoste con plumas ese.
pero solo fueron 30 segundos.
por que de ahí fuiste en picada.
recuerdo lo que nos dijeron tantas personas.
"son 7 pisos, no lo lograrán, solo van a matarse."
y la gente abajo gritando.
ahora lo recuerdo bien.
policias, bomberos, nuestros vecinos, los tipos que pasaban por ahi a esa hora, los perros de estos, autos, el cielo gris, tu y yo intentando recrear y mejorar lo que Icaro no logró.
30 segundos, y fuiste en picada.
tengo que asumirlo, ahí perdí mi fé.
corrí hacia el borde, pero poco antes de hacerlo veo como un ave levanta el vuelo desde el punto que, desde aquí, logro ver.
una sonrisa se marca en mi rostro, y corro y tomo mis alas.
el mismo aramatoste.
y corrí.
y grité.
no recuerdo que dije... no importa.
entonces levanto el vuelo. y aqui cierro los ojos.
los abro muy poco y miro hacia abajo.
y la gente nos mira, y no lo logra creer.
están atónitos.
tu armatoste está ahí, pero no estás tú.
solo el armatoste, completamente destruido.
nada mas.
cierro los ojos nuevamente.
30 segundos y en picada.
y mi cuerpo se siente más liviano.

21.1.08

Mala costumbre

tengo esta mala costumbre, que puede que no sea realmente tal.
como preludio: yo tengo un problema terminando las cosas. se cierra el preludio -comienzan los analisis.

cual es mi mala costumbre: cuando comienzo un libro leo hasta la mitad -a veces hasta el primer tercio-, entonces comienzo un libro nuevo y hago lo mismo, y asi, hasta que un día decido volver y probar como mi mente funciona con esto. sorprendentemente tengo buena memoria, nunca he tenido que volver atrás para intentar acordarme de la trama, personajes, etc. (puede ser puro orgullo).

que pasa entonces, hoy abro un libro que deje a la mitad (tinta roja, por alberto fuguet), y claro, aun recuerdo los sucesos y los personajes, y cuando comienzo a leer me detengo en una oración... entonces, claro, tuve que escribir algo para soportarla -para que no fuese algo sin contexto. tal vez no fue el mejor contexto.

"cuando lo único que tienes es sol y flores, te desvelas pensando en la alcantarilla"

10.1.08

justo ese momento

siempre existe ese pequeño momento de lucidez. pero no es cualquier lucidez, es como una bruma. una espesa niebla donde se cuela luz y poco puedes ver y entender. pero es aquello, justamente aquello que lo hace único. tu y ella y la bruma que cubre toda la escena. donde no necesitas saber nada, ella puede ser alguien que no conoces, puedes conocerla de toda la vida, pero no importa. nada importa en ese momento. es la luz, las sabanas. es la hora tal vez. es el olor, es la sensación en la piel. pero nada importa en ese preciso instante. pero esa lucidez no se da siempre, es en aquel exacto momento, cuando la vez. cuando sigues las lineas de su rostro atentamente, como queriendo aprendertelas, como si quisieras rearmarla tu mismo y necesitaras ese plan maestro. como si quisieras que esas lineas estuvieran grabadas y tatuadas en toda la corteza de tu cerebro, en tu piel, en tus organos. y no te importa si no la verás nunca mas o si ella estará alli por el resto de tu vida. no importa si ella no te corresponde. solo te importa que ella está alli, en ese preciso momento, ante aquel preciso momento de lucidez. ni siquiera de atreves a acercarte, a tocarla, por no dañar o arruinar la imagen. como si quisieras que todo se quedara estatico, por siempre, para siempre. de ese momento hablo, de justo aquel momento. aquel instante en donde se te cruzan las palabras por la cabeza, pero no puedes oirlas, no puedes verbalizarlas, por que solo debes sentirlas y debes comprenderlas ahí. es un momento de lucidez, pero todo está envuelto en un manto de confusión. es esa lucidez visceral que solo se podria comparar con nacer y con morir, y que alguien, desvelado en medio de la noche, podria tener al lado de esa única persona justo en ese momento.
siempre existe ese pequeño momento de lucidez. pero no es cualquier lucidez, es como una bruma.

5.1.08

Amy Hempel

"I sleep with a glass of water on the nightstand so I can see by its level if the coastal earth is trembling or if the shaking is still me"

de su cuento "in the cemetery where Al Jolson is buried"

1.1.08

Cymbal Rush



Thom Yorke: voz y rhodes
Jonny Greenwood: ondes martentot
y le pelado de la groovebox, no se si es Phil Selway

+

ahh, y que sea un buen año.
feliz 2008.