Al diablo se le cayeron los cuernos... o tal vez los ocultó

24.8.08

Por ahora Luis

Los que pueden ver el futuro siempre saben que van a morir. Lo que los diferencia del restco, es que ellos saben cómo y cuándo, el resto siempre tiene la esperanza que nunca ocurrirá, que se aplazará. Los que pueden ver el futuro saben que ocurrirá, cómo y cuándo, y por eso ya no le temen. Ellos saben que ocurrirá y saben que en parte es su decisión. Otros, como yo, nunca le temeremos a la muerte, porque sabemos que nunca vamos a morir. Claro, si somos objetivos ya he muerto una vez, pero la muerte pierde sentido cuando eres inmortal. Mueres y luego abres los ojos, estás en otro lugar con otro cuerpo. Así funciona para mí por lo menos. Cambia de caso a caso, pero es de esa forma para mí. Yo no entiendo muy bien, pero una vez que estás metido en esto en realidad pierde sentido preguntar. Puedes saber muchas cosas, pero nunca son suficientes para explicar a cabalidad lo que sucede. Te rindes ante la evidencia y te dejas para que suceda lo que suceda. Si algo ocurre, ocurrirá y ahí veré que hago al respecto. Ahora no puedo hacer mucho, acabo de abrir los ojos y me encuentro quien sabe dónde. Debería estar camino a un hospital, nadie se salva de un choque directo contra un edificio. María sabía que tenía que morir, ella misma me lo ha dicho. Se tomo todo el tiempo para poder decírmelo. Ella sabía, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, así que me ayudó y pavimentó el paso. Solo tenía que seguirla, y lo hice. También el estar completamente ebrio ayuda. Parece que estoy en una pieza de hotel. Está el televisor, el teléfono y la guía con anexos al lado. Estoy vestido con un frac. Que elegante forma de despertar. Cuando abres los ojos nunca sabes que te puede esperar, pero hay siempre algo que te conecta con ese cuerpo y con ese momento. No es tan azaroso. Pienso que tal vez tengo una pistola y una cajetilla de cigarros, no hay ninguno de los dos, así que no parece que esté en el cuerpo de James Bond. No es que quisiera serlo, pero las cosas han sido tan raras, a momento tan cliché que ya nada me sorprende. Pero, luego, eso es lo que siempre sucede. Nada me sorprende. De chico quería ser superhéroe, tener poderes. Esto es lo más cercano y sinceramente no me agrada en absoluto. Debo calmarme, tomar aire. Respirar profundo, luego exhalar. Pero no puedo hacerlo, jamás he sido bueno para calmarme.
-¿te conté lo del chico que vi contando arena? –no conozco esa voz. Es un hombre y está en el baño, no sé quien pueda ser. –el pendejo estaba en la playa, sentado con la mirada perdida. Tomaba entre sus manos un poco de arena y comenzaba a contar. Bueno, no era que lo escuchara, pero es de esas cosas que no necesitas escuchar para saber que la están haciendo.
Trato de incorporarme, pero el cuerpo me pesa. Es extraño esto, nunca sabes cómo vas a despertar. A veces lo haces como si hubieses dormido por toda una semana, sintiéndote mejor que nunca. A veces es como si tuvieras resaca. Ahora es como un peso horrible en todo el cuerpo. El tipo sigue murmurando algo, mientras intento levantarme.
-¿me estás escuchando? Alrededor del pendejo estaba toda esa arena suspendida en el aire. Yo creo que esa fue la primera vez que entendí que las cosas estaban cambiando. –del baño sale el tipo. Un metro ochenta, mas o menos; unos sesenta años; pelo completamente canoso. Se está arreglando la corbata, mirando el nudo. –toda la arena de la playa suspendida en el aire, y el pendejo contándola una por una. Entonces se da la vuelta y… -levanta la vista y me queda mirando. –ahh, eres alguien más.
Miro alrededor mio, por un momento me siento como en shock. Es como cuando pasó por primera vez, que no comprendía mucho lo que sucedía.
-¿perdón? –le pregunto.
-que no eres Luis.
Por un segundo lo medito. Trato de pensar que si verdaderamente soy yo y no soy otro. Sé que si me miro al espejo no me reconozco. Pienso que pasaría si me llego a reconocer, pero se que, aun así, no soy yo. Si soy alguien famoso. O alguien que me he topado en mi vida. Alguien que he querido. O alguien que he odiado.
-no. No soy Luis. –le respondo una vez que mi mente deja de divagar.
-¿cómo te llamas?
-¿y qué pasó?
-¿ahh? ¿Y que pasó con qué? –me pregunta consternado.
-con el pendejo –le digo mientras me sostengo la cabeza debido a que comenzó la resaca.
-ahh… se dio la vuelta y me dijo cuanta arena había en la playa. No recuerdo bien, pero se que me dijo una cantidad exacta. Nunca comprobé si esa era toda la arena que había allí, pero se que no se equivocaba.
-¿Quién eres tú?
-tu compañía y tu guardaespaldas mientras ocupes el cuerpo de Luis. –me dice mientras termina, por fin, de arreglar el nudo de su corbata.
Por un segundo me quedé paralizado. La idea de estar ocupando un cuerpo no se me había pasado por la cabeza, o no me había detenido por completo a reflexionar al respecto. Cierto, y que pasa si solo estoy ocupando cuerpos. Tenía la inocente esperanza que estos cuerpos que habito eran míos, hechos para mi inmortalidad. No había pensado que no es así.
-¿cómo te llamas? –insiste con la pregunta.
-no importa, dime Luis.
-pero no eres Luis. –me responde de manera tajante.
-entonces piensa que Luis se volvió loco, tuvo un derrame cerebral, un tumor, no lo se… sé creativo. Por ahora soy Luis no más.
La resaca no quiere desaparecer.